“El corazón es como el ‘timón’ del alma. A donde él se dirige, se dirige el alma. El siguiente mandamiento –No codiciarás la mujer de tu prójimo– es una ley que, como todas las demás, tiene que obedecerse primero en el corazón. El alma debe evitar prudentemente cualquier codicia de la esposa de otro, respetando siempre los votos matrimoniales de cualquier pareja. En la sociedad de hoy, el matrimonio no es una institución importante. Muchas parejas ni siquiera se casan antes de vivir juntos. Los que sí se casan, no ven el matrimonio como una pauta para los deseos futuros. Para este tipo de personas, el matrimonio no es un obstáculo para cualquier deseo codicioso.”
“Las personas que transgreden este mandamiento no tienen reparo sobre lo que es bueno y lo que es malo. Esto es fomentado por el entretenimiento, la ropa y la literatura, y no se diga de los medios de comunicación del mundo actual. El corazón tiene que tener el deseo de permanecer firme en el sendero de la salvación obedeciendo este mandamiento; tiene que permitir que el mandamiento vigile su corazón.”