Nadie puede escapar de Mi Divina Voluntad

"Mi Corazón permanece desolado si alguno de Mis hijos sigue viviendo en desobediencia a Mis mandamientos. Nadie encuentra felicidad ni paz completa por medio del amor al mundo y sus placeres"
25 de Febrero del 2021 – Nuevamente veo una gran llama que he llegado a reconocer como el Corazón de Dios Padre. Dice:

Dios Padre - Amor Santo - Holy Love“Empiecen a comprender que el Corazón de Mi Hijo es un reflejo de Mi Corazón Paternal. Es sagrado y está desolado. Mi Corazón permanece desolado si alguno de Mis hijos sigue viviendo en desobediencia a Mis mandamientos. Nadie encuentra felicidad ni paz completa por medio del amor al mundo y sus placeres. Nadie puede escapar de Mi Divina Voluntad que todo sabe y todo permite. Ríndanme a Mí cada problema aceptando Mi omnipotencia y confiando en que cada aspecto de su existencia terrenal es planeado por Mí para su salvación.”

“Son demasiados los que todavía no encuentran solaz en Mi gracia; quienes todavía no me conocen. Quizá incluso vean Mis mandamientos como reglas contra las cuales sublevarse, en vez de verlos como una guía para seguir el sendero de la salvación. Todo lo que Yo puedo hacer es ofrecer Mi amor; una fuente inagotable de misericordia. Yo nunca rechazo a un corazón contrito. Por lo tanto, vean por su felicidad en el Cielo ahora viviendo en Mi sereno Amor Divino.”

Lean 1ª Juan 3:1-24 – ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a él. Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. El que tiene esta esperanza en él, se purifica, así como él es puro. El que comete el pecado comete también la iniquidad, porque el pecado es la iniquidad. Pero ustedes saben que él se manifestó para quitar los pecados, y que él no tiene pecado. El que permanece en él, no peca, y el que peca no lo ha visto ni lo ha conocido. Hijos míos, que nadie los engañe: el que practica la justicia es justo, como él mismo es justo. Pero el que peca procede del demonio, porque el demonio es pecador desde el principio. Y el Hijo de Dios se manifestó para destruir las obras del demonio. El que ha nacido de Dios no peca, porque el germen de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. Los hijos de Dios y los hijos del demonio se manifiestan en esto: el que no practica la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano. La noticia que oyeron desde el principio es esta: que nos amemos los unos a los otros. No hagamos como Caín, que era del Maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano, en cambio, eran justas. No se extrañen, hermanos, si el mundo los aborrece. Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la Vida, porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un homicida, y ustedes saben que ningún homicida posee la Vida eterna. En esto hemos conocido el amor: en que él entregó su vida por nosotros. Por eso, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos. Si alguien vive en la abundancia, y viendo a su hermano en la necesidad, le cierra su corazón, ¿cómo permanecerá en él el amor de Dios? Hijitos míos, no amemos con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad. En esto conoceremos que somos de la verdad, y estaremos tranquilos delante de Dios, aunque nuestra conciencia nos reproche algo, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce todas las cosas. Queridos míos, si nuestro corazón no nos hace ningún reproche, podemos acercarnos a Dios con plena confianza, y él nos concederá todo cuanto le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Su mandamiento es este: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos los unos a los otros como él nos ordenó. El que cumple sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él; y sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.